En el ambiente deportivo nos referimos a menudo al efecto destructivo del error entendido como fallo irreversible. Tal es el caso de posibles acciones como tiros a puerta fallados o canastas no acertadas, carreras perdidas, saltos no franqueados, etc. Estos errores crean por lo general, conciencia de culpabilidad y arrepentimiento, bajo la creencia que podían haberse evitado. Vemos pues el error como resultado incontrolado del que no se puede esperar nada bueno. Sería más prudente educar a los alumno/as para relativizar los éxitos y fracasos en las clases y apreciar el valor del adversario, especialmente en aquellas actividades que tenga un cierto matiz competitivo.
Las respuestas de los técnicos y profesores
frente al fracaso son especialmente significativas y tienen un impacto brutal sobre alumnos, pupilos deportistas...
Desconocedores de las reacciones propias de cualquier tutor
frente a estas circunstancias los signos más habituales que el entrenador, maestro o profesor
transmite a los deportistas frente a la derrota son el desánimo y el
desconcierto. Ante tal despropósito suele ser habitual ver caer por los suelos
la autoestima de los deportistas o del equipo en su conjunto.
En al ámbito de la E.F. es también frecuente que se tenga en cuenta, sobre todo en planteamientos propios de la pedagogía mas tradicional, el error como algo que de alguna manera condiciona al alumno dentro de la clase haciendo que esos errores se deriven en aspectos como malas notas, baja autoestima del alumno etc.
Pero profundizando un poco mas en el error, hemos de ver a este como un elemento que puede ser analizado, y utilizarlo como un elemento que haga mejorar al alumno dentro del desarrollo de los contenidos de nuestra materia.
Por tanto se trata de ver el error, no como una barrera insalvable si no como un elemento que nos sirva para identificar, corrirgir y mejorar aquellos aspectos que motivaron nuestro fallo o error.
A continuación, citando a el profesor Domingo Blázquez, vamos a proporcionar algunos aspectos didácticos que pueden ayudar dentro de la clase de E.F.
“De todos es errar, sólo del necio perseverar en el
error”
(Cicerone)
¿Cómo actúa el profesor/a ante los errores? En la mayor parte de
los casos corrige indicando la solución correcta. Pero, ¿se pregunta por qué se
cometieron los errores? ¿Se plantea de qué tipo de error se trata? Hacerse estas
preguntas e intentar contestarlas le aportará mucha más información que su
corrección. En la enseñanza en la que se plantea el error como un indicador de
las estrategias implementadas por el alumnado, no se trata de dejar desasistido
al mismo y si se equivoca ¡allá se las componga!, muy al contrario, se trata de
hacerle sacar partido de sus propios fallos y asistirle si así lo necesita.
El
reconocimiento de los errores pasa por
una serie de operaciones progresivas:
detección: constatación de su presencia
identificación: a través de la evaluación de la acción motriz
rectificación: teniendo presente su importancia se adoptan las
medidas oportunas para su eliminación
Metodológicamente, el principal desafío a destacar es el de
elaborar un procedimiento que permita: por un lado, recabar información útil
para formular una interacción de claridad hacia el alumno/a y, por otro lado,
disponer de procedimientos de análisis factibles de ser utilizados cuando
manejamos grupos numerosos.
La
primera fase del tratamiento didáctico de los errores está en detectarlos. Esta
detección puede ser realizada por el profesor/a o la persona que ha cometido el
error. La metodología más utilizada para detectar la significación del error ha
consistido en observar a los sujetos el procedimiento que han utilizado para
producir sus respuestas. En general, el docente suele organizar sus
observaciones entorno a cuatro rúbricas: conocimientos reglamentarios, técnico,
mecánicos y educativos. Generalmente la detección del error viene acompañada de
las reacciones del docente. Las reacciones más frecuentes cuando se detecta un
error son:
repetición: el profesor solicita al sujeto: ¡hazlo de nuevo!,
alertando así al alumno/a sobre algún tipo de deficiencia.
desaprobación: ¡mal!, ¡No!, ¡Muy mal!, son algunas de las
expresiones que pueden escucharse cuando el profesor/a encuentra una sucesión de
errores que no espera.
interrogación: es un modo habitual de indicar al alumno que ha
cometido un error: ¿Estás seguro que es así?
comunicación no verbal: el profesor reacciona con su rostro o con
una expresión de desaprobación.
corrección colectiva: se reacciona ante todo el grupo cuando la
mayoría realiza la misma tarea de forma inajustada.
corrección cruzada o reciproca: mediante la colaboración de los
alumnos. En expresión de Mosston Enseñanza Reciproca, o en otros autores
Coevaluación.
caza del error: consiste en proporcionar informaciones, consignas o
instrucciones erróneas expresamente para ser detectado por los alumnos.
Ya
hemos visto más arriba el origen de los errores, por lo tanto no insistiremos de
nuevo en ello. Únicamente decir que una vez contrastado el desajuste o
inadecuación de la respuesta es preciso averiguar qué criterio se ha
transgredido y por qué. Puede tratarse de:
Errores de entrada, por cuanto el problema supera la capacidad o
competencia del alumno/a.
Errores de organización de información y relación con conocimientos
previos.
Errores de ejecución por falta de práctica o tiempo.
Errores en el plano afectivo
Localizado e identificado el error llegamos al objeto final: su
corrección y eliminación. La preocupación que debe guiar al profesor/a en esta
fase no es tanto la de corregir el error cuanto la de conseguir cierto cambio en
el alumno/a. El error no puede perpetuarse sino que ha de eliminarse de raíz y
no sólo de apariencia. La corrección pos sí sola no introduce cambios en el
sujeto, mientras éste no reflexione sobre ellos.
Existen varias maneras de eliminar un error detectado.
Corrección inmediata
La
primera, consiste en corregirlo; por ejemplo, en el caso de un alumno/a
que lanza incorrectamente un balón, el profesor/a le indica que lo ha realizado incorrectamente
señalándole la posición incorrecta del brazo y del hombro y le muestra como debe
realizarlo. Al indicar los errores cometidos, el profesor/a ha enunciado el
sentido en que se podrían rectificar. Esta manera de actuar es tan parecida a la
manera en que los profesores "corregimos" habitualmente las intervenciones de
los alumnos/as, que, por conocida, no necesita mayor comentario.
Corrección preventiva
Conociendo el tipo de dificultad de una determinada ejercitación y
la posibilidad que se produzca un error, el profesor/a proporciona información
anticipada de la corrección. Invita a los alumnos/as a concentrarse en la
ejecución correcta de determinadas particularidades significativas para el
gesto.
Eliminación
La
segunda manera de eliminar un error, consiste en determinar condiciones bajo las
cuales éste no existe.
A
la caza del error del profesor
El
profesor planea diferentes tipos de errores en sus demostraciones que han de ser
descubiertos por los alumnos. La atención aumenta significativamente
consiguiendo un alto grado de motivación.
Autorreflexión o metacognición
Resulta útil recurrir a una descripción de los errores cometidos,
cómo ocurrieron y a qué se debieron.
Compensación
Se
utiliza cuando el error está ya potentemente arraigado y resulta imposible
eliminarlo. En vez de romper la cadena biocinética es conveniente modificarla
para adaptarla al error. Se usa esta técnica con deportistas ya maduros y en
caso de errores fuertemente automatizados. En estos casos es permisible admitir
la ejecución inexacta de alguna parte del gesto.
BIBLIOGRAFÍA ESPECÍFICA SOBRE EL ERROR
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DOREL
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London, Taylor & Francis,.
GARCÍA, J.F. (1997): La cultura del error. Ed. Planeta,
Barcelona.
LEPLAT J.
(1985): Erreur humaine, fiabilité humaine
dans le travail, Paris, Colin.
LEPLAT J.,
PAILhOUS J.(1973-1974) Quelques remarques sur l'origine des erreurs, Bulletin de Psychologie (27, 729-736).
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